lunes, 11 de enero de 2010

Ángel Francisco Bocos Hernández



Datos biográficos

Ángel Francisco Bocos Hernández nació en Ruijas, diócesis de Santander (Cantabria), el 27 de enero de 1883.
Ingresó en el noviciado oblato, con miras a consagrar su vida a Dios como religioso no sacerdote, el 31 de diciembre de 1900. Hizo su primera oblación temporal en 1901 y su oblación perpetua en 1907.
En sus 35 años de vida religiosa estuvo en distintas comunidades oblatas: Madrid, Aosta y San Giorgio Canavese (Italia), Notre Dame de Lumières (Francia)… Regresó a España en 1925.
Le destinan primeramente al noviciado de Las Arenas (Vizcaya), luego, en 1929, al abrirse el escolasticado en Pozuelo (Madrid), pasa a formar parte de esta nueva comunidad, prestando valiosos servicios, sobre todo en la cocina.
Sabemos muy poco de su familia. En el certificado de bautismo aparece “desconocido el padre”. Al fallecer la madre, fue recogido por su tío Felipe Hernando, párroco de Quinasolmo, de quien recibió sólida y cristiana educación. Cuando llamó a las puertas del noviciado oblato tenía 17 años.

Detención y martirio

Fue hecho prisionero con toda la comunidad el 22 de julio de 1936, llevado después a Madrid y puesto en libertad el 25 de julio. El hermano Ángel Bocos trata de buscar refugio seguro, pero el 15 de octubre es de nuevo detenido y llevado a la Cárcel Modelo donde se encontrará con casi todos los Oblatos de Pozuelo. Un mes más tarde le trasladan a la cárcel de San Antón y desde allí, el 28 de noviembre de 1936, lo “sacan” para ejecutarlo con otros doce Oblatos en Paracuellos del Jarama.
Fue un excelente cocinero, siempre sacrificado, servicial, piadoso y de buen conformar. Era el mayor de los Mártires, tenía 53 años.


Testimonios

Debido a su edad y a su reducida familia, ha sido difícil encontrar testigos que lo conocieran. Mons. Félix Erviti, ex superior del escolasticado de Pozuelo y 40 años Prefecto Apostólico del Sáhara Occidental, que conoció a los Oblatos en Francia, donde recibió su formación religiosa, es uno de los pocos que dan testimonio:
Conocí al hermano Ángel Bocos siendo yo junior en el seminario menor de Lumières. Este lugar donde vivía la comunidad oblata era un santuario de la Santísima Virgen. En la cripta íbamos a hacer los ejercicios de piedad en los que destacaba el hermano Ángel Bocos. Su carácter era apacible y pacífico. Era humilde y callado. Después de 1925 fue trasladado a otra comunidad y yo ya no volví a tener contacto con él.

Hay varios testimonios sobre los hermanos de la comunidad de Pozuelo. Dice, por ejemplo, el P. Angel Villalba, que convivió con ellos: Como comunidad había una caridad colectiva hacia el prójimo. Dentro de la comunidad estaban los (tres) hermanos coadjutores que participaban de esa caridad y eran para nosotros un testimonio admirable.
También el P. Felipe Díez, otro superviviente, subraya: Los hermanos coadjutores vivían en un sacrificio ejemplar en los distintos ministerios que ellos tenían.
Y el P. Acacio Valbuena añade: Los hermanos coadjutores tenían trabajos al interior de la comunidad, dentro de una vida humilde y regular, ocupándose de tareas como portería, sastrería, cocina, etc. Eran cooperadores en la formación de futuros sacerdotes con su ejemplo, su interés, su entusiasmo y su oración.



Al ser detenidos en su casa de Pozuelo, el cabecilla de los milicianos le obliga a seguir en la cocina, bajo vigilancia, diciéndole: “Tu haz la comida para todos, pero de faltar, que falte para los tuyos y no a los míos”.
De una carta que este Hermano envió al entonces Superior General, P. Agustín Dontewill, podemos deducir su fortaleza, resignación y paciencia ante las adversidades, tales como la dolencias del estómago y de una pierna, y cómo, a pesar de eso, continuaba haciendo el trabajo de la cocina, en el que llevaba 24 años, ofreciendo todo esto “para mayor gloria de Dios y salvación de las almas”, decía.
D. Ricardo Quintana, Delegado diocesano de las Causas de los Santos en la Archidiócesis de Madrid, que presidió, como juez, todo el proceso diocesano, no puede disimular su simpatía hacia este Sirvo de Dios y está convencido de que el hermano Bocos, de quien pocos hablaban en el proceso, era un verdadero santo y a su intercesión atribuye la pronta curación personal de un grave incidente.

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