jueves, 7 de enero de 2010

José Guerra Andrés



Datos biográficos

José Guerra Andrés nació el 13 de noviembre de 1914 en León. Fue bautizado el 9 de diciembre del mismo año. De muy joven se entusiasmó con la vocación misionera y en septiembre de 1926 ingresó en el seminario menor de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada en Urnieta (Guipúzcoa). Allí cursó los estudios secundarios que le prepararon intelectual y espiritualmente para ingresar en el noviciado en Las Arenas (Vizcaya) el 13 de septiembre de 1931 e hizo sus primeros votos el 14 de septiembre de 1932.

Detención y martirio

Ya en Pozuelo, incorporado a la comunidad del Escolasticado, inicia sus estudios eclesiásticos. Junto con el estudio, pone al servicio de la comunidad sus habilidades para la pintura y decoración.
Cuando ya había terminado el segundo año de teología y tenía ante la vista la oblación perpetua, el 22 de julio de 1936, fue detenido con toda la comunidad religiosa y hecho prisionero en el mismo convento. Llevado a la Dirección General de Seguridad el 24 de julio, recupera la libertad que le permite refugiarse con otros Oblatos por diversas casas. El 15 de octubre fue detenido nuevamente con los demás Oblatos y encarcelado.
El 28 de noviembre José Guerra fue sacado de la cárcel con doce de sus hermanos e inmolado en Paracuellos del Jarama. Tenía 22 años.

Testimonio

“Sobre la vida que llevaban en la cárcel, dice un testigo
, quiero señalar dos aspectos. Uno fue la dedicación que tuvieron los religiosos hacia los demás prisioneros, en cuestión de enseñanza y caridad, dentro de sus posibilidades. Intentaban vivir una vida de piedad, incluso rezando el Rosario.
“El segundo aspecto era el trato que recibían por parte de los carceleros. Fue muy duro, intentando separar a los más jóvenes, buscando que blasfemasen y que apostataran de la fe, comentando entre los milicianos que si no podían con los más jóvenes, con los mayores sería imposible. ‘Estos no tienen remedio’ decían los milicianos. Llegaban inclusive al maltrato físico dándoles culatazos en los pies, siendo ésta una de las torturas más frecuentes.
“Las condiciones físicas eran muy duras porque no les daban de comer con regularidad y además la comida era mala. Apelotonamiento en las celdas, pasando frío. En la cárcel de San Antón el hacinamiento era tal que algunas noches tenían que dormir de pie”.

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