martes, 6 de marzo de 2012

QUIEN ES QUIEN, nº 5, P. Gregorio Escobar


Gregorio Escobar García
Natural de Estella (Navarra)
24 años

Sacerdote escolástico, ordenado 2 meses antes de ser apresado

“Siempre me han conmovido hasta lo más hondo los relatos de martirio. Siempre, al leerlos, un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte. Ése sería el mejor sacerdocio al que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada cual a Dios el propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe. ¡Qué dicha sería la de morir mártir

Datos biográficos

Nació en la monumental  ciudad de Estella, provincia de Navarra y diócesis de Pamplona-Tudela, el 12 de septiembre de 1912  y al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial de S. Pedro de la Rúa, donde su padre, Hilario Escobar, ejercía de Sacristán. Su madre, Felipa, murió en 1928 y su padre contrajo nuevas nupcias con una mujer que los había ayudado mucho. La conducta moral y religiosa de la familia, en uno y otro matrimonio, era profundamente cristiana. Tenían mucha devoción a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen bajo la advocación de Ntra. Sra. del Puy, Patrona de Estella.   Tanto cuando estuvo en el seno de la familia como durante sus años de seminario y de servicio militar, mantuvo una relación muy cercana y cordial con todos los miembros de su familia. Sus cartas dan fe de ello. Sus compañeros de seminario lo describen como equilibrado, confidente y buen consejero. Tras  la sentida muerte de su madre, aconsejaría incluso a su padre que se casara de nuevo, por el bien de los hijos.
A los 12 años, y gracias a la ayuda económica de su Párroco D. José María Sola, ingresa en el seminario menor de los Misioneros Oblatos en Urnieta (Guipúzcoa). Terminados los estudios secundarios, inicia el noviciado en Las Arenas (Vizcaya) y hace su primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1930. Pasa a Pozuelo (Madrid) para hacer los estudios eclesiásticos, que tendrá que interrumpir en 1934 por ser llamado a filas. Terminado el año de servicio militar, se reincorpora a la comunidad oblata de Pozuelo y hace su profesión perpetua el 26 de noviembre de 1935. Un año antes de terminar los estudios de teología, el 6 de junio de 1936, es ordenado sacerdote en Madrid.
El padre de Gregorio y la nueva esposa de éste estuvieron presentes en la ordenación y fueron testigos del ambiente hostil que se respiraba en Madrid. Nos lo cuenta la hermana de Gregorio, María del Puy:  “Estando en el convento de los Oblatos, oían los insultos que dirigían a los frailes los que pasaban por la carretera. Y al ir y al volver de la capilla del seminario conciliar de Madrid, donde mi hermano fue ordenado sacerdote, mis padres con mi hermano y otro religioso cogieron un taxi y hubieron de parar ante una comitiva oficial. Estando parados, se les acercó uno que, por la ventanilla, les dijo: Estos, con una botella de gasolina, qué bien arderían”.
Los Oblatos no solían ir a visitar la familia antes de terminar los estudios. Pero la familia Escobar tenía la ilusión de que hicieran una excepción con Gregorio y le permitieran ir a “cantar la Misa” en Estella. Así podría subir a la basílica del Puy para predicar en la fiesta de la Patrona. El comienzo de la guerra civil troncharía todas esas legítimas esperanzas. Efectivamente, el 22 de julio el convento de los Oblatos fue asaltado por los milicianos, y Gregorio, con todos los miembros de su comunidad, quedó hecho prisionero en su propia casa. Dos días más tarde es llevado a la Dirección General de Seguridad en Madrid, donde el 25 del mismo mes fue puesto en libertad. Tras una vida en clandestinidad, el 15 de octubre es detenido de nuevo y martirizado con sus compañeros el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama.

Testimonios

De su infancia no tenemos más datos que los que nos proporciona su hermana:  “Por las referencias que tengo, sé que mi hermano era un chico muy bueno. Iba a ayudar a Misa como monaguillo. Las mujeres del pueblo le decían que iba a llegar a cura; pero él decía que no quería serlo. Una anécdota: un día vino un pobre a pedir (limosna) a mi casa. Fue Gregorio quien le bajó la limosna y el pobre le dijo que habría de llegar a ser obispo”.
Durante el cuarto año de vacaciones tendría que gustar una prueba muy amarga: muere su madre. Su padre escribe al seminario y dice: “Gregorio se encontró con su querida madre enferma de gravedad. Él se cuidaba de todo, a todos animaba a prepararnos para el día que Dios tenía asignado. Pasaba el día y la noche sentado a la cabecera de su madre. Como si fuera ya sacerdote, la preparaba para la hora de la muerte. Llegó el día en que Dios la llamó. El 8 de septiembre de 1928. ¡Con qué ánimo y con qué cariño hablaba a todos para la resignación! ¡Como un santo!”
Y tenía sólo 16 años y, por supuesto, ni siquiera había hecho el noviciado…  Hay muchas cartas de Gregorio, celosamente conservadas por su hermana Puy. Todas son edificantes. Extraemos un párrafo de una, escrita mientras se preparaba  para la ordenación sacerdotal:
 “Siempre me han conmovido hasta lo más hondo los relatos de martirio. Siempre, al leerlos, un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte. Ése sería el mejor sacerdocio al que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada cual a Dios el propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe. ¡Qué dicha sería la de morir mártir

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