lunes, 7 de enero de 2013

El P. Martín, testigo


ESCRITOS SOBRE LOS MÁRTIRES OBLATOS


ESCRITOS DEL P. MARTÍN SOBRE 4  DE LOS 22 MÁRTIRES


El P. Mariano Martín (*Cuellar 1905, +Madrid 1956) es otro testigo ocular más de nuestros Mártires. Hombre de gran sensibilidad sobrenatural, delicado de salud y en el trato, poeta (publicó varios poemas en la revista oblata La Purísima y algún libro de posías. Firmaba con el pseudónimo de Claveliris), enamorado de la Virgen María y apóstol de la virginidad de María y promotor de esa virtud entre las jóvenes, desempeñó, entre otras tareas, la de Maestro de novicios. En la foto, lo vemos como Maestro y Superior de la comunidad oblata de Hernani en 1948. Con los novicios, un numeroso grupo de juniores o aspirantes de primero a quienes más tarde, en 1954,  acompañaría como Maestro suplente, durante medio año. 
No pudo declarar como testigo ocular en el proceso diocesano de canonización de nuestros Mártires: ya había fallecido; pero dejó unos escritos fehacientes que se incluyeron en la documentación de la Causa. Los publicamos a continuación. De los 22 Oblatos martirizados, sólo habla de cuatro: del Superior Provincial, del Superior local y de dos escolásticos. De éstos, tal vez por su afinidad en el campo de la poesía.

Francisco Esteban


La característica del R. P. Esteban fue la rectitud y prudencia. Le conocí en 1924 y le tuve tres años de Prefecto de estudios y disciplina y además de profesor. Yo no he conocido otro igual: su puntualidad es proverbio entre quienes la conocimos: siempre el primero en clase y en la vigilancia el día que le tocaba de turno: dejaba por terminar la palabra que estaba pronunciando al toque de campana. Su sola mirada valía por una grave reprensión y su presencia imponía. Siempre muy digno hasta su exterior; parecía adusto, pero era agradable en el trato. Rarísimas veces castigaba y tengo entendido que era muy parco en bajar las calificaciones de los alumnos. De su sencillez con nosotros puedo dar algunos datos: se unía a nuestras conversaciones en los paseos y era interesante, dirigía la gimnasia, jugaba los días de fiesta con los juniores y nos enseñaba nuevos juegos; sus alumnos favoritos eran los de primer año y hasta siendo provincial quiso que le dieran una clase de latín con aquel curso. Varias veces nos dijo que había pedido al Rmo. P. General que le enviara a las misiones. De su comportamiento como religioso valga esta sola frase que algún provincial dijo: “¡Ojalá tuviera en la provincia cuatro como él!”.

El P. Esteban fue un tipo del hombre recto, prudente y celoso observante de su deber. Es posible que muriera mártir del deber, él que teniendo familia en Madrid quizá tubo oportunidad de esconderse pero no lo hizo por no abandonar  su puesto.


Vicente Blanco




Yo creo que fue su espíritu de fe y su confianza en la Divina Providencia los que le movieron en las circunstancias apuradas por que pasó el Juniorado de Urnieta siendo él Superior. Pertenecíamos entonces a la Provincia del Mediodía de Francia. A él le nombraron Superior el 1917, en plena guerra Europea.

Francia no nos podía ayudar económicamente nada y un día (¿sería el año 1919 o 20?) se planteó en el Consejo el cierre del Juniorado en vista de las facturas que había  por pagar y el no poder esperar que Francia nos ayudara. Los profesores (por lo menos en la generalidad) estaban por el cierre, pero él se opuso rotundamente. Es cierto que pasamos tiempos malos con el pan racionado ¡entonces!, y a base de lentejas llenas de bichos, pero el juniorado se salvó. Más de una vez le he oído decir al P. Andrés de Anta que, gracias al P. Blanco, se había mantenido abierto el juniorado. En 1920 nos agregaron a la 2ª Provincia de Estados Unidos (Texas), pagamos las deudas y nosotros, gracias al P. Blanco, pudimos ser Oblatos.


(De su predicación) sólo recuerdo una plática que nos predicó en el claustro de Urnieta con motivo de la inauguración de la estatua de la Sma. Virgen (¿la Virgen Blanca de Urnieta?), que me impresionó.

Le oí predicar otras veces en sermones de circunstancia: toma de hábito, Votos, renovación de votos. No era orador; pero decía cosas muy hermosas, de algunas de las cuales aun me acuerdo; y han pasado muchos años. Predicó también Retiros a Religiosas.

Cuando estalló el Movimiento Nacional era Superior de Pozuelo. Los acontecimientos aplanaron mucho su ánimo, pero lo sobrellevaba todo con mucha paciencia. Jamás olvidaré la impresión que me causó el verle el 9 de Agosto de 1936. Fue el día que fuimos echados de la casa de Diego de León. Yo me fui a ver la P. Blanco para orientarme. Estaba en una portería de la calle de Alfonso XII, en un cuarto oscuro como encarcelado. Me habló en voz baja como con miedo. Me causó mucha tristeza; pero se veía en él resignación. Más tarde se trasladó a donde estaba el núcleo mayor de escolásticos. Era su puesto y no lo abandonó. Con ellos se fue a la cárcel. Le han acusado de que no previera los acontecimientos para suministrar a los escolásticos documentación y de que una vez estallado el Movimiento no les permitiera irse a la desbandada para haberse escapado por la Sierra a territorio nacional. Pero esos mismos que le acusan tampoco podían sospechar en una guerra tan larga y en una persecución tan furiosa. Se creyó que si sucedía algo sería cosa de dos o tres días. Además en la confusión en que al principio estábamos ¿era prudente dejar a los Escolásticos que fueran a la Sierra? ¿Dónde estaban los Nacionales? ¿No estaban las carreteras controladas por los rojos  que veían fascistas por todos los sitios y más si no tenían un carnet sindical rojo que les acreditara? ¿Es que antes de estallar el Movimiento hubiera habido que proveer a cada escolástico de un carnet de la C.N.T. o de la F.A.I.?

El tiempo que le conocí en la cárcel Modelo le encontré muy esperanzado.
Tengo la impresión de que fue en buen religioso y muy observante de las Santas Reglas.
Era muy sencillo en su modo de ser y en su trato. Siempre con la sonrisa en los labios. Aun cuando reprendía lo hacía sin enfadarse, pero machacando. Por eso recuerdo que en la lectura espiritual, siendo yo junior, nos decía: ”Aunque me digáis machacón...”  Le gustaba formar a sus novicios, escolásticos y juniores haciéndoles fijarse en los pequeños detalles v. g. quitar el polvo, las telas de araña... fijarse en las notas de los libros de texto etc. No andaba con mentiras y fingimientos. Se sentía orgulloso de las cosas que hacían los juniores, novicios y escolásticos, y aunque a ellos no les alababa en demasía, se complacía delante de los que habían presenciado alguna representación teatral, o cosa parecida, alabándoles por su iniciativa, etc.

Se tiene muy buena impresión de él. No era un intelectual, ni un hombre emprendedor; pero sí un buen religioso, un hombre de conciencia, amable, sin acepción de personas, observante, amante de la Congregación, y de nuestras obras de España.


Publio Rodríguez




Tenía un carácter simpático, abierto, luchador, proselitista, francote, bueno.
Trabajó mucho para llevar por el buen camino a dos de sus hermanos que no comulgaban del todo con sus ideas, aunque por otro lado eran muy buenos. Les escribía cartas desde el juniorado y en vacaciones discutía con ellos.
Supo soportar con entereza y alegría las persecuciones y cárceles de Madrid. Cuando salieron de la Dirección General los escolásticos traídos de Pozuelo, él fue sobre todo el enlace entre ellos y los Superiores, yendo y viniendo de un sitio a otro hasta que se pudieron acomodar provisionalmente todos.
En la cárcel manifestó su espíritu jovial. En la Modelo estuvo de compañero mío con otros tres escolásticos en la celda, y para entretener el tiempo y hacer más llevadera la prisión empezamos a hacer entre él y yo una comedia en verso.
Tenía verdaderamente espíritu misionero y suspiraba por las Misiones, espíritu que supo infundir en su casa sobre todo a su hermana, maestra nacional.
Estaba entonces esta señorita en Moraleja de Cuéllar diciendo a los niños el ideal misionero.
Al terminarse la guerra, fui a dicho pueblo a celebrar las honras fúnebres del Hno. Publio. Les eché una plática, todos lloraban. A la salida de la ceremonia me esperaban niños y niñas en ordenadas filas y, al pasar yo entre ellas, espontáneamente comenzaron a gritar “¡Viva el Hno. Publio! ¡Vivan las Misiones! ¡Vivan los Padres Oblatos!” Eran tan sinceros los vivas y tan llenos de emoción que me veía profundamente afectado, sobre todo con la nota misionera que pusieron aquellos niños en los funerales de uno a quien las balas rojas habían frustrado su ideal de ir a las Misiones.

                                                                          

Serviliano Riaño


Inteligente, mucha sensibilidad, buen poeta. Tal fue en el Juniorado.
Ingresó algo después que nosotros en la cárcel Modelo y una de las primeras conversaciones que tuvimos fue sobre poesía. Había sido detenido y llevado a un teatro convertido en cárcel provisional y allí conoció a un individuo que le enseñó a componer poesías en un nuevo género, y él había compuesto alguna que no pude leer.
El día 8 de Noviembre sacaron una gran expedición de la Cárcel Modelo, como represalias por la aproximación de las fuerzas Nacionales o yo no sé por qué. En las listas estaba el nombre del Hno. Riaño. El  estaba en el último piso de la galería quinta, y en cuanto supo que era él uno de la expedición, vino a mi celda y llamó diciendo: “¡Padre Martín, P. Martín, deme la absolución, que me llevan!”. Por el ojo de la puerta se la di, y no volvimos a saber más de él hasta que al terminarse la guerra encontraron su cuerpo y lo identificaron en Torrejón de Ardoz, y fue trasladado a Paracuellos del Jarama.
Por su inteligencia, su equilibrio, ponderación y formalidad prometía ser un miembro relevante de nuestra Provincia española.

                                                                           Mariano Martín
                                                                                  O. M. I
                                                                           Firmado y rubricado

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