jueves, 20 de marzo de 2014

Un mártir soriano y "numantino" cap. I



Beato Francisco Esteban Lacal

Soria, aquí nació Francisco Esteban Lacal  el 8 de febrero de 1888

El grupo de los Mártires Oblatos está encabezado por el Beato Francisco Esteban Lacal. Dos cosas conviene aclarar: la primea es que en la oración colecta, donde normalmente figura sólo el nombre (sin apellidos), insistimos ante la Santa Sede, tanto en la Congregación de los Santos como en la del Culto Divino, en añadir Esteban, porque se le conocía y conoce así: el P. Esteban y porque además ya hay muchos Santos con el nombre de Francisco, a los que se les distingue entre sí por una aposición: S. Francisco de Asís, S. Francisco Javier, S. Francisco de Borja, S. Francisco de Paula, S. Francisco de Sales, S. Francisco Solano, S. Francisco Caracciolo, S. Francisco Regis… sin nombrar los Beatos Francisco.
La segunda cosa que queremos aclara es que encabeza el grupo, no sólo por ser el Superior provincial, quien, esclavo del deber, se dirigió valientemente a los fusileros para pedirles como última gracia poder abrazar (dar la absolución) un por uno a sus compañeros de martirio, proclamando después, e nombre de todos, su fe y ofreciendo el perdón a los verdugos;  sino también porque ya en vida tenía fama de santo,  como se puso de relieve en los testimonios del proceso diocesano de canonización.
Para corroborarlo, ofrecemos a continuación lo que testificaron a favor de su tío dos de sus sobrinas. Ellas son Juana Esteban Estebaranz, 81 años, que tenía 17 cuanto lo martirizaron, y Teresa Esteban Barrendero, de  66, que contaba entonces cuatro años.
Publicamos sus testimonios en dos entregas.


Ruinas de Numancia  (Soria), ciudad famosa por su heroica resistencia. Algo tenía en su DNA el P. Eteban


Primera entrega

Juana Esteban Estebaranz
Nacida en Madrid, 81 años.
Residente en Las Rozas(Madrid).

Soy sobrina carnal, por línea paterna, del Siervo de Dios Francisco Esteban Lacal. Mi padre, Juan, era hermano de Francisco. Yo conocí a mi tío desde siempre porque venía a vernos a Madrid donde mi familia tenía una tienda, sobre todo en el curso 1935-36; en verano, mi familia se trasladaba a San Sebastián (Guipúzcoa) y acudíamos a visitar a mi tío que se encontraba en Urnieta. Puedo decir que, no obstante ser mi tío religioso, que en aquella época salían menos los religiosos, el trato que tuve con él fue frecuente. Estando en Pozuelo, mi padre nos llevaba a visitar al tío Francisco.
También conocí a los padres Vicente Blanco y José Vega. La razón de este conocimiento era porque mi padre tenía mucho contacto con ellos y, también, porque venían a vernos a Madrid.

Hijo de Guardia Civil
Familia muy religiosa
      
Mi abuelo era Guardia Civil. La familia estaba compuesta por cinco hijos. A tenor de sus hijos, que fueron católicos practicantes, el ambiente familiar sería de una profunda religiosidad.
La relación del Siervo de Dios con su familia era muy buena. Sus hermanos vinieron a vivir a Madrid y esto le facilitaba la relación frecuente con su familia.
Muchas veces en mi familia, ante algún problema de discrepancias en la misma, se decía que si hubiese estado allí el “tío Paco”, como se le llamaba familiarmente, no habría habido discordias.

Superior Provincial

Mi tío era el de Provincial de la Provincia Española de los Misioneros Oblatos. Mi padre se mostraba muy orgulloso de que su hermano fuese el Provincial.

Sobre las virtudes que aparecían en él, siempre
destacó la de la sencillez y no le gustaba ostentar nada, a pesar de que entre mi familia era considerado como una personalidad.

Hostilidad a todo lo religioso

El ambiente que reinaba en julio de 1936 en Madrid, puedo decir como hecho concreto que a mí, que tenía diecisiete años, me paraban los de la Casa del Pueblo, en el barrio de Tetuán, cuando iba a Misa, preguntándome que a dónde iba, a lo que yo contestaba que iba a Misa; me decían que no debía ir y yo les respondía encarándome con ellos.
A mi casa, venían amigos de mis padres y comentaban la situación que se nos venía encima, aunque no faltaban algunos optimistas que decían que no iba a pasar nada. La situación era de acoso y persecución contra la Iglesia, y como otro detalle, a una amiga mía que llevaba el crucifijo de forma visible, se lo arrancaron.

Pudo alejarse del peligro con su familia.
Prefirió quedarse con los suyos, los Oblatos.

De aquellas circunstancias de mediados de julio de 1936, y cuál era la situación de peligro, da idea el que mi padre adelantó el viaje a Santander, diciendo a mi madre que preparase todas las cosas porque “mañana nos vamos”. Mi tío vino a vernos y recuerdo que mi padre le decía que por qué no se venía con nosotros porque tal y como se estaba poniendo la situación aquí, lo podía pasar muy mal. Mi tío le contestó que no porque su responsabilidad era estar aquí con los suyos y que no se debía a sí mismo sino a los demás. Recuerdo que se abrazaron y los demás le besamos. Tanto mi tío como mi padre pensaban que lo que iba a ocurrir duraría pocos días y que sería una cosa sin más transcendencia. También recuerdo que mi padre le decía que se quitase la sotana, y él siempre se negó a hacerlo. Además de la sotana, llevaba en el fajín, el gran Crucifijo de los Oblatos.

Conocimiento de su muerte

Sobre cuándo nos enteramos de la muerte de mi tío, fue cuando fuimos a Las Arenas desde Castro Urdiales. Allí, le dijeron a mi padre que habían matado a su hermano, pero entonces mi padre no nos comunicó nada a nosotras. Fue al terminar la guerra cuando nos enteramos de lo que había sucedido, si bien se lo dijeron a mi padre, y éste tampoco fue muy explícito con nosotras. Lo que sí nos dijo es que lo habían matado en Paracuellos del Jarama, el 28 de noviembre de 1936.
Cuando vinimos a Madrid fuimos a visitar el Cementerio de Paracuellos del Jarama, y recuerdo que todavía estaban las zanjas, y que era un espectáculo horrible. Le preguntó a un señor que estaba allí al cuidado del Cementerio y éste le señalo el sitio donde estaban enterrados los que habían sido fusilados el 28 de noviembre de 1936. Pero no recuerdo que existiesen otros comentarios sobre el hecho de la muerte. La segunda vez que fuimos, mi padre compró una cruz de hierro y la clavó en la tierra donde presumiblemente se encontraban los restos de mi tío Francisco.

Fama de santidad

En mi casa, mi tío siempre fue considerado como un santo, y esta fama de santidad continua hasta nuestros días. Yo, personalmente, me encomiendo a él. También sé que una hija mía se encomienda a él.  Por la relación que tuve con los Oblatos, sé que también ellos lo tenían por mártir, y tenían hacia él una gran veneración. En mi opinión personal, mi tío es mártir.
Yo recuerdo que cuando mi tío venía a casa, llevaba siempre el “Breviario” en la mano y decía que no le molestasen cuando iba a rezar, y que bendecía la mesa antes de comer. También se me quedó grabada la forma que mi tío tenía de celebrar la Eucaristía por la devoción que ponía en ello.


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